Cómo hacer un espacio de cuidados

El espacio que queremos construir necesita pensarse y construirse poniendo la lógica de los cuidados en el centro. Será una tarea transversal que debe influir en todas las decisiones que tomemos. Los cuidados no se harán en un lugar específico, a una hora determinada, sino que aunque algunas veces tengan más protagonismo que otras, tendrán que tomarse en cuenta en todos los aspectos que definirán ese espacio.

En esta guía pretendemos localizar las claves necesarias para diseñar un espacio abierto y comunitario, pensaremos cómo gobernarlo y gestionarlo, cómo resolver los problemas y los miedos que surjan, cómo ha de ser la comunicación entre los que lo formamos y el exterior, cómo construirlo, diseñarlo y planearlo, y todo siempre desde una lógica de cuidados. Pondremos especial atención a las relaciones entre los y las participantes, potenciando los vínculos y los afectos, pero siempre velando por evitar desigualdades o malos tratos. Pensar el espacio con la lógica de los cuidados nos garantizará disfrutarlo mucho más. Os proponemos un listado de consideraciones que debemos tener en cuenta a la hora de enfrentarnos, desde los cuidados, al desarrollo de este tipo de espacios.

1. La elección de un horizonte

En un espacio abierto y plural, gestionado de manera colectiva y atravesado por los cuidados siempre debe de existir un objetivo común que nos permita definir un horizonte. Se convertirá en una especie de pacto social que facilite tomar decisiones, evite frustraciones y nos permita sacar mucho más partido del espacio. Este horizonte puede ser como queramos, por abstracto o lejano que parezca.

Puede ser muy específico, como por ejemplo ganar la liga del barrio, o muy amplio, como crear un espacio para el deporte, puede ser terrenal o utópico, pero tiene que ser compartido. Compartir un horizonte cuida del espacio porque construye motivaciones comunes.

Es importante comunicar el horizonte para que los que habitan el espacio puedan transmitirlo a gente nueva. Será imprescindible disponer de garantías para que el objetivo compartido sea aceptado por todos y que no se provoquen situaciones que vayan contra ese objetivo. Lo mejor es diseñar protocolos cotidianos en los que todos nos convertimos en certificadores los unos de los otros, inventando un canal de comunicación ágil para debatir en caso de dudas.

Diseñar colectivamente un objetivo no tiene que provocar que el espacio sea rígido o que todo el mundo tenga que pensar igual. Además, los objetivos pueden evolucionar a la vez que evoluciona el espacio. Cuidaremos la manera en la que se selecciona el horizonte, y los mecanismos con los que puede progresar, para ser lo más inclusivos posibles. Debemos pensar que los horizontes bien seleccionados mediante procesos ampliamente compartidos nos ayudarán mucho a que toda la comunidad se cuide entre sí y a que todos cuidemos del espacio.

2. Una gobernanza abierta

En los espacios colaborativos es importante pensar un modelo de gestión que permita la participación del mayor número de personas en la toma de decisiones. Esto generará autonomía a los participantes, ampliará la complejidad del espacio y renovará las formas de cómo puede utilizarse.

Cuidar la gestión del espacio implica diseñar muy bien los procesos en los que se gobierna, intentando que sean lo más abiertos posibles.

Para ello, ha de experimentarse a medida que crece el proyecto. Normalmente la coordinación se suele desarrollar en una asamblea abierta que repartirá algunas tareas específicas en comisiones. Una de las limitaciones de este modelo es que prima determinadas habilidades por encima de otras y algunos participantes pueden acaparar más poder.

En las asambleas reina el lenguaje verbal, manda la disponibilidad de tiempo y lo pesados o pesadas que seamos. Si atravesamos los cuidados en este modelo, aparecen nuevos retos, pensaremos en otros modelos de gobernanza suficientemente inclusivos, no solo organizados a través de asambleas periódicas, donde siempre un tipo de participante suele tener la voz. La asamblea podrá ser, en todo caso, un organismo de coordinación y cuidados que garantice que los objetivos comunes se respetan.

La realidad nos dice que la toma de decisiones puede desarrollarse en otros lugares que no son asambleas, seguramente se produzcan en prácticas cotidianas, como cuidar de un huerto, repartiendo los horarios o simplemente pasando tiempo en el espacio. Hemos de facilitar que esto ocurra y ser valientes para asumir que las decisiones se tomen en el más diverso número de formatos, de esta manera no se primará únicamente unas características o habilidades, sino que la realidad podrá ser gestionada por la mayor diversidad posible de perfiles.

3. Comunidad de afectos y espacios afectables

Otros de los que gobiernan los espacios colaborativos son los afectos. Cuidar las relaciones personales entre los diferentes participantes es lo más importante de estos lugares, atender al buen rollo, al ambiente… Los cuidados son la principal herramienta de la que disponemos para trabajar estos afectos. Para ello tener comportamientos sensibles que puedan atender cómo se sienten los participantes, qué cosas molestan o cómo podemos hacer mejor la convivencia, es fundamental. Dejar tiempos y espacios para cuidar estos afectos previene los malos rollos o, por lo menos, fomenta que puedan airearse para que no se enquisten y se conviertan en problemas mayores.

Un posible truco puede ser el reparto de roles entre algunos participantes. Garantizar que entre los que habiten el espacio puedan existir ciertas responsabilidades para conseguir ese buen ambiente de los afectos. Podemos intentar que haya gente encargada de recibir y anfitrionar el espacio a los que entran nuevos, o que haya personas encargadas de supervisar los comportamientos para que no se cuelen actitudes que faltan al respeto, nombrar responsables del cuidado hacia fuera para garantizar que nuestro espacio no molesta a los que no forman parte de él, elegir mediadores entre los distintos grupos, etc. Lo ideal es que estos roles no sean estáticos, sino que puedan rotar entre los miembros de la comunidad. Pueden ser algo más oficial y que todo el mundo sepa que son los responsables o practicarse más informalmente para que salga de forma natural. No hay que confundir nunca en ningún caso a los mediadores, que fomentan el diálogo, con policías que castigan las faltas.

Además de trabajar los afectos en el espacio, los cuidados nos facilitan que el espacio que habitamos sea afectable. Que su condición de apertura facilite que se tenga en cuenta lo que ocurre fuera y que las personas que no pertenezcan a la comunidad se sientan libres de entrar y proponer cosas. Hemos de pensar mecanismos de gestión que permitan incluso dar voz a agentes que no hablan o que no bajan a las asambleas. Eso también es cuidar. Los espacios abiertos serán por obligación espacios mestizos e híbridos, en los que enarbolemos orgullosos la bandera de las diferencias. Nunca podrán aprender los espacios si se habitan por perfiles radicalmente parecidos. Esto implica un cuidado absoluto de la estética y del diseño, que favorezca hacer los espacios más abiertos, acogedores y accesibles.

Cuidarnos es también aprender de los diferentes, por eso es importantísimo abrir el espacio al mayor número de agentes posibles. Serán importantes para el espacio todos, las personas más motivadas, los más pasivos o eventuales, los que solo miran o los que usan el espacio de forma intensiva y lo cuidan, pero también las administraciones, el sector privado, los colectivos sin espacio, o incluso la fauna y la flora urbana, los servicios de recogida de basuras o la contaminación acústica. Cuidar un espacio es también tender puentes entre las millones de aisladas islas en las que solemos convivir.

Los cuidados facilitan que los espacios se conviertan en lugares de escucha, pensados en una lógica ampliada donde la participación no se traduce en claves de intervenir o hablar, sino que se desarrolla en conductas que tienen mucho más que ver con el escuchar.

4. El conflicto como camino hacia la innovación

Demasiado a menudo el conflicto se ha solucionado erradicando aquello que lo origina. Por ejemplo, cuando un grupo de vecinos protesta ante un ayuntamiento porque en los bancos de una plaza se reúnen molestos viandantes o duermen sospechosos vagabundos, la única solución que se encuentra es la de retirar los bancos. Por supuesto el conflicto se elimina, pero también la posibilidad de que ningún otro vecino se siente.

Frente a este modelo, los espacios de cuidados nacen con la convicción de habitar esos conflictos como indicadores de la innovación. Es en esos lugares donde se producen los choques pero también los intercambios. La experiencia nos ha enseñado que gestionar esas situaciones con un afán creativo y mediador provoca que los modelos no se entumezcan y estanquen, sino que encuentren soluciones más osadas y valientes. Frente a la eliminación de los conflictos, proponemos habitarlos y a través de ellos reinventar los espacios.

Los cuidados nos ayudan a profundizar en esta lógica. Los espacios en los que se cruzan realidades y agentes muy diferentes están atravesados por muchas controversias que a veces son irresolubles. Por lo tanto, cuidar los espacios será transparentar esos conflictos, mediarlos y permitir la coexistencia en debate de los mismos.

Los lugares de cuidados no son los que no tienen conflictos, sino los que saben habitarlos de la manera más rica posible.

5. Participación y autonomía a través de infraestructuras abiertas

¿Cómo se hacen presentes los cuidados en la participación? Podemos a través de ellos mejorar cualitativamente la forma en la que las personas utilizan el espacio. ¿Cómo cambian los cuidados las estrategias participativas?

Los cuidados transforman los espacios en infraestructuras ciudadanas. Mientras que las prácticas habituales de la participación se producen mediante preguntas lanzadas desde arriba, los cuidados permiten infraestructurar los espacios para que sea cada uno de los participantes los que tengan la capacidad de realizar las preguntas que les interesan.

Entender los espacios como infraestructuras que la gente puede utilizar para participar en su propio interés genera autonomía y corresponsabilidad. Esa autonomía amplía las formas que tenemos de usar la ciudad o los lugares que habitamos, nos da libertad y fomenta que participemos mucho más, porque no lo hacemos en las cosas de otros, sino en nuestras propias cosas, que en una comunidad pasan a ser un poco las de todos. Pero esta autonomía complejiza mucho el espacio y hace más fácil que puedan aparecer conflictos.

Por eso son tan importantes los cuidados, porque la única manera de cambiar los espacios de la participación para que se conviertan en infraestructuras ciudadanas es acompañarlos con un proyecto de cuidados muy bien diseñado que atraviese la gestión. Los cuidados trabajan esa corresponsabilidad tan importante, ya lo hemos dicho antes, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Para ello hemos de diseñar espacios y herramientas. Tablas de horario, protocolos de petición, sistemas de cesión de material, madrinazgos responsables o jornadas comunitarias, son mecanismos para que a través de los cuidados favorezcamos la asunción de responsabilidad. Conseguimos con ello un aumento en la participación de forma cualitativa, pero también facilitamos la gestión a partir de aumentar el compromiso de los participantes.

Estas tareas que facilitan la gestión compleja de los espacios tienen que ver con el mantenimiento de los mismos. A veces las comunidades están muy empoderadas y se pueden auto-organizar perfectamente, otras veces las comunidades son tan abiertas y numerosas que se necesita diseñar proyectos y roles que aseguren y comuniquen permanentemente la necesidad de esa corresponsabilidad.

6. Espacios de comunicación híbrida

La comunicación es posiblemente una de las herramientas más importantes si trabajamos desde el punto de vista de los cuidados. La comunicación es un mar inmenso lleno de matices y opciones, repleto del más variado surtido de formatos, medios, públicos, soportes o mecanismos. Seguramente se podría desarrollar una guía solamente de comunicación en este tipo de espacios, pero como atraviesan de una forma tan exagerada a los cuidados, vamos a sintetizar algunos detalles que nos parecen imprescindibles.

La comunicación se utiliza muchas veces de manera poco crítica, todas las personas parecemos expertas en comunicación y muchas veces cometemos grandes errores. Los cuidados pueden ayudarnos a complejizar este tema, pensarlo despacio y descubrir las diferentes maneras que tenemos de comunicar y cuales son realmente útiles para nuestro espacio. Los cuidados nos ayudan a escoger el canal y el formato conveniente para cada cosa, no funcionan igual ni para las mismas cosas los grupos de WhatsApp que las redes sociales o los grupos de correo que la señalética física. Cada medio de comunicación que trabajemos deberá pensarse para una serie de cosas en concreto. Es importante dedicarle un pequeño tiempo para saber cuáles son los medios que utilizaremos para debatir entre nosotros, cuáles son los espacios en los que poder tomar decisiones o como podemos involucrar a gente de fuera en actividades.

El mundo de la comunicación es muy rico y complejo, comunicación interna y externa, grupos de correo, redes sociales, mensajería instantánea, señalética, cartelería, buzoneo, charlas, etc. son algunos de los mecanismos que podemos utilizar. La comunicación trabaja con los cuidados en casi todas sus vertientes, nosotros vamos a centrarnos en dos aspectos.

La comunicación como herramienta de inclusión

La comunicación puede ser una herramienta de los cuidados fundamental para conseguir sentido de pertenencia y fomentar las relaciones entre los participantes. La participación en la comunidad es emocional, la gente ha de sentirse y saberse relevante para mantener el sentimiento de corresponsabilidad.

Los diferentes formatos de comunicación nos permiten agilizar mucho eso, todo el mundo tiene más fácil a través de la tecnología enterarse de todo y así poder interactuar más fácilmente con el resto de participantes. Sin embargo, si gestionamos mal estos canales podemos cometer el error de saturarlos o de utilizarlos para lo que no son. Utilizados convenientemente podremos reafirmar el espíritu de grupo.

Hemos de intentar no dejar fuera ningún formato, que la tecnología no excluya de la comunicación a los que no la manejan o que no la utilicemos para lo que no sirve. La tecnología nos permite, por ejemplo, publicar lo que sucede en tiempo real para que se sientan partícipes aquellos que no han podido estar.

A la vez, desarrollar estrategias de comunicación presencial nos permite conocer mucho mejor a la gente que no es tan afín a nosotros y aprender mejor desde lo distinto. Una estrategia que suele funcionar muy bien, es aprender del mundo digital y de todos los avances que ha supuesto en materias de comunicación e intentar inventar contextos en los que trasladarlos a entornos presenciales analógicos.

De esta manera aumentaremos no solo la cantidad de información que circula en nuestro espacio, sino también la calidad de la misma. Cómo podríamos desarrollar un facebook físico, o trasladar a nuestro espacio físico un software de compartir archivos P2P.

La comunicación para favorecer el espacio afectable

Es importantísimo a su vez desarrollar un buen sistema de comunicación exterior. Con canales que sirvan para relatar al resto del mundo lo que sucede en nuestro espacio, convocar actividades y hacer que la gente nos conozca. Pero además, la comunicación exterior puede utilizarse también como herramienta principal de escucha. Los cuidados permiten pensar la comunicación exterior en formatos que atiendan lo que el resto del mundo opina de nosotros, las sugerencias que quieran hacernos o los problemas que estamos causando. Diseñar a través de los cuidados un buen sistema de comunicación en la escucha, permite construir un espacio mucho más fuerte, capaz de aprender de muchas más cosas y situaciones. Posibilita un espacio evolucionable y crítico, mucho más resiliente.

7. El campamento y el taller

Llamamos campamento al ambiente cotidiano de los espacios, a las sinergias que se crean entre los diferentes participantes mientras se utiliza y se construye. Este campamento, completamente vinculado con los afectos, es posiblemente uno de los factores que más tengamos que cuidar, cuanto mejor sea el campamento mejor será el espacio. Hacer campamento es HACER el espacio, es vivirlo, es disfrutarlo juntos. Ser conscientes de que gobernar un lugar implica disfrutarlo es posiblemente lo que más puede ayudarnos a diseñarlo.

Seguro que para diseñar un buen campamento existen muchísimas prácticas que pueden facilitar las cosas, que pueden cohesionar el grupo, que pueden mejorar el ambiente. Una de ellas tiene que ver con diseñar espacios de trabajo colaborativo. Sea como sea el espacio del que estamos hablando, será importante que se piense, pero también que se haga, que se construya físicamente entre todos. Los distintos formatos que encontramos para HACER juntos, serán una garantía para que dispongamos del mejor campamento. Los espacios de trabajo colaborativo los llamaremos taller.

C de Carmona

El taller será responsable de las reparaciones del espacio, de su limpieza y cuidado físico, pero al mismo tiempo es el que irá tejiendo relaciones entre los participantes, consolidando grupo y creando buen ambiente. Para ello es importante favorecer que por un mismo lugar o tarea, circulen y se mezclen el mayor número de participantes diferentes. En algunos espacios se hará a través de quedadas para pintar las líneas de la cancha de basket, en otros serán jornadas para cuidar de un huerto, en algunos será un taller de cocina y en otros podrán ser una reuniones para aprender a hacer punto. Incluso habrá algunos espacios donde se utilicen muchos espacios de trabajo compartido diferentes y el taller se desarrolle de muchas maneras. Los cuidados son fundamentales para que no perdamos esas prácticas del HACER en el espacio porque son vitales para mantenerlos.

Los cuidados se responsabilizarán de saber con qué frecuencia y cómo han de convocarse las jornadas, cuáles serán los motivos y los objetivos de las mismas y sobre todo serán los encargados de que se creen sinergias e intercambios que generarán fortaleza posteriormente al espacio.

8. El foro como espacio de gestión de los afectos

Además de existir lugares para gestionar y gobernar el espacio, o que reservemos tiempo para hacer juntos en el taller y construir el mejor campamento posible, los cuidados nos exigen que reservemos medios para trabajar con los afectos. Algunos llaman foro a los espacios en los que cuidar los afectos del espacio.

El cuidado de los afectos tiene como objetivo facilitar la gestión de lo emocional. Que podamos expresar como nos sentimos, que cosas nos molestan o que prácticas habituales nos emocionan. El foro será un lugar exclusivo para compartir las emociones que atraviesan el espacio. En muchos proyectos, se prima la operatividad en la gestión, o las prácticas del hacer frente a lo emocional. Corremos el riesgo de que todas las cosas que tienen que ver con cómo se siente la gente, qué cosas molestan o qué conflictos aparecen entre los participantes, no se hablen, o se hablen de la forma equivocada ocasionando serios problemas.

El Foro de los cuidados serán todas las prácticas y espacios que destinemos a tratar que lo emocional circule y que habitando los conflictos que surjan, encontremos entre todos formas de mejorar nuestros proyectos. El foro puede formalizarse de muchas maneras diferentes, puede ser un espacio digital en el que poder escribir nuestras percepciones y leer las de los demás, el foro podrá ser también una suerte de asambleas periódicas especiales que primen las conversaciones en grupos reducidos de temas que tengan que ver con cómo nos sentimos o podrán ser jornadas lúdicas, por ejemplo visitas a otros proyectos colaborativos en las que participemos todos, para que los temas de los que hablemos no tengan siempre nuestro espacio como único objeto.

El foro también será la principal herramienta para detectar urgencias. Problemas que atañen a algunos participantes que no ven una solución posible, se hacen bola y amenazan con explotar. Muchos de estos problemas, detectados en el foro, permiten gestionarse entre toda la comunidad y resolver las situaciones con una facilidad pasmosa.

9. Cuidar las fiestas y los eventos

La burocracia es un arma poderosísima. El principal freno a realizar un proyecto suele ser la asfixiante reglamentación que ha de cumplir y el infinito proceso de pedir los permisos necesarios. La espontaneidad en los proyectos colaborativos está en peligro. Muy pocas veces, los ciudadanos nos sentimos con derecho para tomar los espacios y organizar una obra de teatro, un concierto, un ciclo de conferencias o una fiesta. Por lo general, los procesos y requisitos que hay que cumplimentar son tan complejos, que solo tomamos la calle para protestar.

Los espacios de cuidados han de atender de otra forma la espontaneidad de las personas para por ejemplo desarrollar eventos culturales. Organizaremos un sistema sencillo que garantice el cuidado del espacio y de su entorno pero que facilite el desarrollo de actividades. De esta forma los espacios abiertos y comunitarios, pueden permitir que cualquier persona se convierta en curador de arte, programador o gestor cultural.

El evento cultural o las celebraciones del espacio hacen posible que surjan relaciones y afectos. Facilitan la creación de comunidad, los sentidos de pertenencia y reafirman lo lúdico como factor imprescindible en este tipo de espacios. Los cuidados serán la manera de fomentar que estas prácticas se produzcan adecuadamente, organizando una comisión que vele por los festejos, vinculando en cada proyecto cultural a una madrina que pertenezca a la comunidad del espacio o pensando previamente las condiciones que han de cumplirse para que tanto el espacio como su entorno no sufra.

La gente dejó de celebrarse en sus ciudades, se complejizaron las normativas, se pusieron inspectores. La razón fue que hicimos todas estas cosas sin cuidado. No nos importó a quien molestábamos ni si alguien monopolizaba todos los eventos y acabamos sosteniendo prácticas no sostenibles. Son los cuidados los que pueden permitir que recuperemos esta realidad en los espacios que habitamos y así comprobemos que existen muchas formas diferentes en las que podemos relacionarnos.

Los espacios de cuidados pueden convertirse en el apoyo necesario para colectivos que necesitan un lugar. Pueden favorecer que grupos de personas individuales que jamás habrían hecho nada en colectivo, se reúnan a diseñar algo juntos. Como infraestructura para los que no tienen espacio o como lugar de reunión y encuentro que favorece la creación de nuevos proyectos, los cuidados pueden ser una herramienta que celebre otro tipo de relaciones entre las personas.

10. Espacio evolutivo de código abierto

Los espacios de cuidados nunca se dan por terminados. No se pueden inaugurar, o mejor dicho, puede inaugurarse en ellos alguna cosa cada días.

Son espacios permanentemente en obras, pero en unas obras abiertas, donde todo el mundo tiene capacidad de interactuar, diseñar y proponer. Los cuidados favorecen la transformación del espacio a través de procesos participados y entornos pedagógicos. Cuando una persona interviene en el diseño y la construcción física de un lugar, su percepción cambia radicalmente.

Desde ese momento, algo tan accesible como sus manos, se convierten en una herramienta capaz de modificar y mejorar la ciudad que habita. En los espacios de cuidados los ciudadanos volvemos a sentirnos relevantes y capaces de transformar nuestro entorno.

El diseño participado tiene capacidad de evolucionar constantemente para adaptarse en cada momento a una realidad cambiante. Todos los días el espacio puede ser diferente dependiendo de quienes lo utilicen. Sus evoluciones no estarán planificadas de forma jerárquica, sino que surgirán casi espontáneamente en procesos necesariamente colaborativos.

Los espacios de cuidados son replicables y de código abierto, para que cualquiera pueda aprender de ellos y así ser útiles para otros. Para abrir el código no basta con decirlo, a veces es necesario trabajar en documentar, traducir y explicar los proyectos para que puedan ser apropiados por cualquiera. Por supuesto esto favorecerá la creación de redes de espacios parecidos con los que aprender juntos, intercambiando información y consejos.

La transparencia será otra de las herramientas que nos permita trabajar los cuidados. La condición de transparencia facilita que la gente pueda apropiarse del espacio, que lo utilice a su manera sin tener que preguntar, que los usuarios se conviertan en diseñadores. La transparencia posibilita que el gobierno se multiplique de alguna forma y se reproduzca dentro de cada uno de los que entran por la puerta.

11. Dar tiempo a los cuidados

El tiempo en el que se construyen los espacios de cuidados sigue un ritmo diferente al resto, es aparentemente más lento, pero paradójicamente crea espacios que evolucionan mucho más rápido, con capacidad para reinventarse. Cuando hablamos de un espacio de cuidados, obligatoriamente hablamos de un espacio que se piensa despacio, de hecho que se piensa continuamente. El tiempo se adapta a las necesidades de la mayoría de los participantes, es paciente y tiene capacidad de espera.

Los espacios de cuidados son espacios en los que ir acompañados, y siempre que vamos juntos vamos a un ritmo diferente. Para no desesperar a la gente, es importante saber que decisiones podemos tomar de forma independiente y cuales hay que tomar entre todos. Esto permitirá darnos tiempos generosos solo en las cosas en las que sea realmente necesario y que el ritmo del espacio tenga velocidades diferentes para cosas distintas. Más tranquilo en definir objetivos u horizontes, pero mucho más rápido para tomar decisiones u organizar actividades.

Podrán aparecer conflictos cuando un espacio de cuidados es interpelado por agentes que manejan otro tipo de tiempos. Agentes que exigen decisiones rápidas o prematuras, que no permiten ser maduradas. En estas ocasiones recomendamos intentar que el contagio sea a la inversa, que desde fuera no se pueda forzar celeridad, sino que podamos contagiar de los ritmos cuidados a los que llegan de fuera.

Los tiempos en los espacios de cuidados tienen muchas ventajas. Viajar acompañado permite no tomar decisiones precipitadas. Si pensamos en los cuidados es muy complicado gastar tiempo en producir cosas que no han sido reclamadas y siempre optimizaremos al máximo los recursos de los que dispongamos. La paciencia en el diseño de los espacios se convertirá también en una herramienta a nuestro favor, nos permitirá incorporar lógicas mucho más sostenibles que aprendan de la reutilización y la reparación. Los espacios de cuidados repiensan la obsolescencia programada y dotan de muchas más vidas a las situaciones que les atraviesan.

Los espacios de cuidados arrancan a veces con cierta lentitud, debemos ser capaces de agilizar los comienzos, pero una vez que lo hacen, su capacidad de transformarse diariamente contando con la autonomía de los participantes, dará a estos espacios lugares un dinamismo deslumbrante. Además, los ritmos a los que nos referimos facilitarán la participación en redes de apoyo con otros muchos espacios. Los cuidados que manejamos hacia dentro, nos podrán servir en el afuera para pensarnos y construirnos con personas que están trabajando en espacios parecidos.

12. El parlamento de los cuidados

Los espacios de cuidados se construyen como espacios políticos, pero no obligatoriamente como espacios ideologizados. Serán espacios con capacidad para la escucha, el debate, el encuentro, las discusiones, el conflicto y las opiniones enfrentadas. Serán espacios diseñados para favorecer los intercambios cotidianos y la política del día a día. Donde los ciudadanos se sienten capaces de discutir decisiones para transformar su entorno próximo. Decisiones que tienen que ver obligatoriamente con ellos, que los atraviesan y que al debatirlas practican un tipo de política accesible a cualquiera.

Este modelo de espacio parlamento recupera la confianza en la política cotidiana, aquella que cualquier ciudadano puede inmiscuirse, nos garantiza una ciudad exigente y crítica, acostumbrada a ceder y pactar, pero también a dialogar, convencer y proponer.

Frente a las lógicas en las que nos movemos en el resto de los espacios que habitamos, los parlamentos de los cuidados se construyen siempre en compañía y rodeados de afectos. Sustituyen el individualismo liberal que convierte a las personas en islas con cada vez menos lazos de unión entre sí. Por eso, en los lugares atravesados por las lógicas de los cuidados, muchas veces aparecen grupos de apoyo mutuo. Gente que tiene una necesidad o un problema, incapaz de resolverse en soledad, que se unen para trabajando juntos ayudarse los unos a los otros y dar la vuelta a la situación. Estos grupos pueden resolver problemas específicos y concretos, o pueden resolver situaciones más abstractas que miran a horizontes muy lejanos o utópicos.

Los podemos ver cotidianamente en muchísimos lugares, juntándose en espacios de cuidados para solucionar problemas tan comunes como aprender inglés, cuidar a los más pequeños, generar despensas alimentarias, compartir casa cuando cambias de ciudad, formar universidades populares para compartir conocimientos, eliminar barreras arquitectónicas, crear monedas sociales o incluso abaratando costes en los viajes. Los cuidados y su capacidad de establecer nuevas relaciones entre las personas, están cambiando el mundo a una velocidad vertiginosa.

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