Cómo hacer un prototipo

1. Abierto

Un prototipo debe ser abierto, lo que es tanto como aceptar que, primero, es tentativo, provisional e inacabado. Pero es que además debe estar abierto a todos y a todo. Esto significa que nadie sobra, como tampoco está de más ningún tipo de saber. Más aún, en la configuración del grupo de trabajo es muy importante que nos preguntemos si estamos haciendo lo posible para garantizar la diversidad.

Una pregunta que podemos generalizar y convertirla en una práctica ordinaria en todos nuestros proyectos sería esta: ¿es abierto mi proyecto? O, para no andarnos en asuntos más metafísicos de lo necesario, deberíamos enfrentarnos a la cuestión de qué podríamos hacer para abrirlo un poco más.

asamblea

Imagínate pensar en tu idioma, hablar en tu idioma, soñar en tu idioma, escribir en tu idioma, pero no poder leer un libro, un texto impreso o simplemente enviar un mail porque tiene una tipografía tan única que no está digitalizada aún. Pues esto es lo que ocurre con muchas lenguas a punto de extinguirse, entre ellas la lengua Wounaan, el idioma de casi diez mil indígenas de Colombia y Panamá.

Un joven diseñador gráfico de Bogotá, decidido a trabajar en su preservación, elaboró un proyecto de digitalización de esa tipografía, Gente Fuente. Estaba claro que él, como diseñador gráfico no podría llevar a cabo sólo el proyecto. Necesitaba tipógrafos, programadores, más diseñadores, comunicadores etc. Y por supuesto, representantes de la comunidad Wounaan. Muchos mundos muy diferentes se juntaron en torno a aquella mesa de trabajo, y fue muy interesante el momento en que, durante una discusión sobre los aspectos técnicos de la fuente, Bladimir, indígena Wounaan, interpela al grupo: ¿Y cómo pretendéis acercar la fuente a nuestra comunidad? ¿En un pen drive? El diálogo y la escucha fueron factores fundamentales para transformar la diversidad de códigos que manejaba ese grupo en su principal ventaja. El proyecto no sólo se culminó en una fuente tipográfica digitalizada y abierta, sino que se ha elaborado también una serie de cartillas didácticas, es decir, un paquete educativo, para los nuevos lectores de la comunidad.

El tipo de preguntas que hay que hacerse es fácil de formular:

  • ¿Es bastante plural el equipo?
  • ¿Está garantizada la paridad de género?
  • ¿Y qué tal las otras paridades posibles?
  • ¿Podríamos hacerlo más intergeneracional?
  • ¿Es un colectivo heterogéneo desde el punto de vista ideológico, político o cultural?

Si queremos que nuestro mundo sea menos asimétrico o desigual tendremos que esforzarnos en la producción de diseños inclusivos, lo que implica saber involucrarnos en colectivos plurales.

Esa heterogeneidad está llena de promesas y también de dificultades. La promesa con la que nos premia es el aprendizaje por antonomasia: aprender a vivir juntos escuchando a los otros o, como lo llamó Iván Illich, la convivencialidad.

Abrir un prototipo nos obligará a prestar atención también a quienes no se expresan con brillantez o a los que tratan de comunicar algo que no acaban de decir. No importa. Lo que esperan de nosotros no es una crítica o un comentario erudito que los haga sentirse todavía más inseguros. Lo que esperan, lo que necesitan, lo que podemos dar, es acompañamiento para ayudar a que encuentren esas palabras que necesitan ser dichas y que merecen ser escuchadas.

Abrir un prototipo significa abrirse a lo inaudito o lo inefable. Desprenderse de nuestros prejuicios y dejarse afectar por lo que los otros quieren expresar. Nuestras supuestas seguridades pueden quedar suspensas, aunque sólo sea por un ratito, para oír y entender los motivos del otro. No tenemos que estar de acuerdo o en desacuerdo. No estamos construyendo una relación competitiva. Basta con admitir que trabajar juntos, hacer algo con los otros, entre todos, reclama un gesto más empático que riguroso y más afectivo que quirúrgico. Abrir un prototipo no es tarea fácil porque siempre es un esfuerzo inacabado. Cada vez nos pide un poco más: nos obliga a desaprender.

2. Lento

Prestar atención, darle valor a los matices, aceptar que tal vez no tengamos toda la información que se necesita o reconocer que quizás se nos escapen detalles, son actitudes que demandan tiempo. Hacer un prototipo es lento, porque es el método que adoptamos para garantizar que hemos entendido bien el problema.

La lentitud entonces no es incompetencia sino sensibilidad. Es un método de trabajo diseñado para evitar que busquemos soluciones fáciles para problemas complejos o, peor aún, soluciones paraa problemas que no tiene nadie. La lentitud sin duda es una manera de repolitizar lo ordinario. La cacareada cultura de la emprendeduría, hoy tan en boga, nos quiere acostumbrar a la idea de que algo tiene éxito cuando logra clientes, alcanza popularidad o es muy rentable.

lento

Barrio de Olaya Herrera, Cartagena de Indias, Colombia. Sector Playa Blanca, alejado del bullicio de los turistas que deambulan por el siempre recién pintado centro histórico de la ciudad. Esta zona no es así. Las dos mil personas que viven este sector, socialmente segregado, llevaban demasiado tiempo pidiendo un espacio para reunirse, para pensar y actuar. Tenemos que reivindicar nuestros derechos como casa comunal y que las políticas públicas nos miren. Si no, lo haremos a nuestra manera, juntos, decía una de ellas.

Encontraron en el proyecto Trópico un aliado para visibilizar esas demandas. Se trata de una iniciativa que apunta a aprovechar los materiales desechados por las grandes industrias que puedan ser localizados en un mapa para la generación de iniciativas locales a través de la autoconstrucción de objetos. Pero Trópico no es sólo un proyecto más de producción de muebles a partir de materiales reciclados. Es todo un proceso que emplea el tiempo necesario para el diálogo con la comunidad y para establecer un intercambio, real y transparente. Nadie ayuda a nadie, todos están implicados de diferentes maneras.

La destartalada casa comunal de Playas Blancas fue reconstruida, amueblada y pintada hasta el más mínimo detalle. Miembros del proyecto explican: El proceso de fabricación se realizó de manera manual y artesanal en jornadas en las que nos divertíamos al conversar, escuchar música y cantar mientras se iban construyendo los muebles, con herramientas prestadas por los vecinos. Un espacio que consolidaba un sueño en común, la readecuación de la casa comunal cuya culminación fue un programa de actividades con talleres de diseño, emprendimiento comunitario y expresiones artísticas como la champeta que reunió a todos los miembros del barrio.

Y no es necesario tener prevenciones contra la sociedad de mercado para admitir que tenemos que hacernos responsables de nuestros actos y, en particular, de las consecuencias de un diseño que produzca más dolor o más desigualdad. Repolitizar lo ordinario es darle importancia a muchos gestos de nuestra vida cotidiana que no tienen nada de inocentes.

Muchas veces podemos elegir qué manzanas comer y si optamos por las cultivadas en huertas cercanas y con procedimientos menos agresivos para el entorno y los otros seres vivos, estamos ayudando a crear un mundo distinto. Pensar en estas cosas puede hacer lentas nuestras decisiones, pero también puede hacer más hospitalario el mundo al que pertenecemos. Somos lentos porque queremos llegar lejos o, en otras palabras, porque hemos decidido construir un mundo menos arrogante y más humilde.

Queremos que nuestras producciones incorporen los valores en los que creemos y que no sean neutrales. Somos lentos, como los artesanos, porque nos gusta el trabajo bien hecho, un trabajo que mientras circula crea una comunidad que no es de clientes o consumidores, sino de vecinos y cómplices.

Trabajar lento nos hace mejores ciudadanos, porque nos damos tiempo para medir las consecuencias de lo que hacemos y para lograr que nuestros diseños tengan alma, sean un bálsamo para quienes se sienten excluidos o maltratados. Así que no debemos dudar sobre la importancia que tiene saber enlentecer los prototipos. Ludwig Wittgenstein recomendaba que el saludo entre los filósofos fuera terapéutico: Amigo, date tiempo.

trabajo en equipo

3. Experimental

Un prototipo debe ser experimental y, por tanto, colectivo, contrastado y público. Se hace entre muchos porque creemos menos en los autores o en los genios que en la cultura que ha sabido crear espacios donde se mezclan los saberes y los pareceres. Siempre hay uno que lo firma, pero lo que hace es dar forma al trabajo de generaciones. Admiramos a los que más aportan a la comunidad y nos alegra verlos como gente reconocida, admirada e incluso querida. Nos gusta un mundo que premia a la gente que más se regala. Y nos gusta mucho más cuando esta gente bendecida reconoce la deuda que tiene con todos y no sólo con sus clientes.

libro

En el segundo Laboratorio Iberoamericano de Innovación Ciudadana (LABiCBR), Rio de Janeiro 2015, uno de los proyectos participantes, Jardines Suspendidos, proponía construir techos verdes en las favelas de Brasil. Su belleza y su carácter social atrajeron a más de cien personas de diversos países que se inscribieron para colaborar con él. Finalmente, se conformó un grupo de diez personas, con variados perfiles y mucha experiencia en sus ámbitos. Sabían exactamente lo que querían y cómo lo iban a hacer. Tenían planos, esquemas y materiales.

Entonces, fueron a la favela de la Maré a visitar a la comunidad con quienes querían trabajar. Lo primero que los vecinos les dijeron fue que lo que estaban proponiendo carecía de sentido por su peligrosidad: nadie por allí se subía a los tejados por miedo a los tiroteos y balas perdidas que cruzaban ordinariamente los cielos de la Maré.

Esta escena pone en evidencia la importancia de involucrar a la comunidad de afectados desde un principio, como también la importancia de saber reaccionar y adaptar el proyecto a las circunstancias. De la mano de los vecinos, crearon otro proyecto, mucho más pertinente, que consistía en crear pequeños jardines o huertos dispersos por la favela, construidos mediante materiales de desecho y con mecanismos que aprovechaban el agua de la lluvia como fuente de riego.

El conocimiento es algo que en términos históricos creamos entre todos. Y lo hacemos contrastando la diversidad de enfoques y opiniones. Cuando está en juego algo que nos importa:

  • tomamos precauciones,
  • pedimos segundas opiniones,
  • revisamos los datos que sostienen los alegatos,
  • evaluamos la credibilidad de los testigos
  • y sopesamos el impacto posible de las distintas alternativas.

Hacer eso es contrastar un conocimiento que sólo merece tal nombre cuando se hace púbico, y no sólo porque habrá más gente poniéndolo a prueba, sino también porque al usarse crea comunidad, autoriza unas formas de vida más que otras y valida una cierta manera de entender la justicia, la libertad, la belleza o la bondad.

Decir que la vida nos obliga a contrastar lo que aprendemos no es suficiente. Tenemos que hablar del error como algo consubstancial al proceso, como una posibilidad que no podemos eludir. No hay aprendizaje sin fracaso. Pero hay más. No hacemos experimentos para confirmar lo que ya sabemos o para poner a prueba teorías: el experimento es el lugar mismo de producción del conocimiento, lo que es tanto como decir que la incertidumbre es constitucional o, en otras palabras, que tenemos que desarrollar nuestra capacidad para tolerar la incertidumbre si es que verdaderamente queremos producir conocimiento nuevo.

4. Figurativo

No siempre tenemos claro el camino a seguir y, con frecuencia, andamos confusos o indecisos entre varias alternativas. Muchas veces nos falta tiempo, ganas o convicción para atrevernos a experimentar alguna de las direcciones posibles. Cuando estamos en esa tesitura, cuando nos pesa mucho el trabajo de construcción sistemática, podemos suspender el método y ensayar atajos que nos alivien de los imperativos del rigor o del peso de las tradiciones disciplinarias consensuadas.

Es la hora de figurar una posibilidad, darla por sentada, suponer que está bien construida, y ponerse a explorar sus consecuencias. Debemos ser capaces de suspender momentáneamente el método, prescindir de sus mandatos, permitirnos un deambular más libre, autorizar el pensamiento ingrávido y atrevernos con lo improbable, lo impropio, lo ilegítimo o lo inconsistente. No es que queramos apostar por un mundo disfuncional, mostrenco o abstracto, sino que nos damos la posibilidad de imaginar mundos posibles antes de decidir cuál es el horizonte por el que queremos apostar.

Pongamos un ejemplo socorrido. Cuando Rosi Braidotti nos propone la figura del nómade o Donna Haraway la del cyborg nos están invitando a imaginar un mundo sin fronteras (sin un dentro y un fuera) o un cuerpo sin origen (mitad natural, mitad artefactual). No es preciso que nos tomemos demasiado en serio tales existencias para a continuación explorar cuál sería la deuda que adquiriríamos con unos seres capaces de enseñarnos a pensar lo prohibido, lo ilegítimo o lo salvaje. Figurar los posibles puede ayudarnos mucho a liberar nuestra sensibilidad de las cárceles de lo disciplinar, lo seguro, lo canónico, lo lógico y lo patriarcal. Tenemos que aprender a confiar en nuestras habilidades poéticas y aprender a experimentar con conexiones que la razón no autoriza pero que la inteligencia emocional reclama.

danza

Para mejor comprender la ciudad de los vivos, quizás valga la pena dar un vistazo a la ciudad de los muertos. Así explica Paolo Vignolo, promotor Archivos Afectivos, un proyecto desarrollado en Ciudadades que aprenden, (México, 2016) y que trata de recuperar el diálogo entre la polis y la necrópolis a través de la construcción colaborativa de una plataforma digital que transforme el Cementerio Central de Bogotá, hoy muy degradado, en un espacio destinado al rescate de la memoria como bien común.

Como nos dice Vignolo, Ahí cohabitan monumentos a expresidentes y fosas comunes, tumbas de guerrilleros y militares; grafitis, murales y memoriales (…) Personas radicalmente distintas, separadas en vida a raíz de su pertenencia política, extracción social, género y generación, comparten desde la muerte un mismo lugar común. A lo largo de los años diversos grupos poblacionales tradicionalmente marginados por la historia oficial han venido desarrollando prácticas funerarias, cultos a los antepasados y activaciones de la memoria, volviendo el espacio cementerial un lugar privilegiado para iniciativas de ciudadanía activa y de reivindicación étnica, política y cultural.

Plantear la necrópolis de esta forma nos permite entonces recuperar su carga afectiva y repensar los lazos existentes entre nosotros, los vivos, y con esas personas que han forjado la historia de Colombia y la nuestra.

5. Esperanzador

Un prototipo es una apuesta por la esperanza, una actitud que fue secularizada por Ernst Bloch y que dejó de ser una exclusiva de los imaginarios de lo religioso. Convertir la esperanza en un estilo de vida también en un método de trabajo, requiere apostar por las formas argumentativas de naturaleza prospectiva y no tanto por las retrospectivas. Implica buscar en lo por venir la inspiración para pensar el presente antes que, como es habitual en los medios académicos, encontrar el fundamento para lo que proyectamos en la herencia recibida.

en torno a la silla

Todos somos diversos funcionales y estamos reivindicando esa condición, contra la idea del cuerpo normalizado, contra el cuerpo excluido por un funcionamiento singular, pero también contra el cuerpo sujeto en la producción y reproducción del sistema, contra el cuerpo expoliado de sus potencias. Esta es la filosofía que mueve el proyecto En torno a la silla, que promueve la auto-construcción de objetos que faciliten la vida de los usuarios de sillas de ruedas.

¿Te has fijado en que para entrar en un bar o en una tienda, como en la mayoría de establecimientos, en general, hay que salvar un pequeño escalón? Pues es fácil hacerse una idea de las complicaciones que esto puede suponer para una persona con la movilidad reducida. Igual de difícil es tener que utilizar las manos para maniobrar la silla de ruedas mientras se sostienen otros objetos. Estos son sólo algunos ejemplos de situaciones cotidianas que el proyecto trata de transformar a través de diseños sencillos, abiertos y de bajo coste, como una rampa modular portátil o una mesita plegable que se acopla a la silla. Pero En torno a la silla no sólo diseña y fomenta la auto-producción de esos objetos. Su verdadero logro es empoderar a una comunidad, fortalecer sus convicciones y ampliar nuestra mirada. Pues como dicta su lema principal, la revolución será accesible o no será.

Esperanzarse implica una capacidad para anticipar el futuro, paladearlo, habitarlo parcialmente y trasladarse hasta sus contornos. Y, desde luego, si ese lugar puede arrebatarte, experimentar la fuerza necesaria para poder construirlo desde ya. Esperanzarse es empoderarse. La esperanza entonces no es algo que sucede en el futuro, sino algo que comienza a suceder desde el momento mismo en el que eres capaz de imaginar un tiempo por venir que merece ser construido.

Las expectativas son lo contrario de las esperanzas. Las expectativas es eso que fabrican los expertos en marketing y que compran los emprendedores más ingenuos: consiste en posponer para un mañana casi siempre inalcanzable lo que nunca puede ser desde hoy. Las expectativas son estrellas fugaces en el cielo de los precarios, los ingenuos y los excluidos. Las esperanzas, en cambio, son los detalles imperceptibles que cambian nuestra vida y la hacen interesante, practicable y realista.

Un prototipo entonces nunca está acabado hasta que nos ha cambiado la vida. No prototipamos para llenar el mundo con más objetos que puedan activar el mercado, la vecindad o mi colectivo, sino para ensayar formas de intervenir la realidad que primero me cambian a mí y después quizás mi entorno. Un prototipo jamás vende humo porque no promete algo cuyas consecuencias no probemos en carne propia.

Puede ser imperfecto, inacabado, errático o precipitado, pero un buen prototipo no miente, no es una impostura. Implica los cuerpos, conforma una propuesta realizada desde el más creíble de los lugares de enunciación: el cuerpo, conectado con el de otros y otras que también anhelan un mundo más vivible, menos plano y por fin vibrante. Un prototipo no es una propuesta abstracta que aguarda un mundo ideal donde arraigarse, sino una invitación a compartir el mundo común que produce.

6. Recursivo

Nuestras vidas son en beta (inacabadas, en construcción, tentativas,…), y también recursivas. Ensayamos soluciones hasta que quedamos satisfechos. Una y otra vez intentamos itinerarios posibles hasta que damos con el que mejor se adapta a nuestras circunstancias. Es lo que llamamos el método del ensayo-error. Los académicos lo llaman recursividad y lo evocan siempre que hay que cambiar el código que regula un proceso porque se detiene o no llega al fin previsto.

Lo arreglan cambiando las condiciones iniciales que regulan el despliegue de las instrucciones para que suceda lo inicialmente imaginado. Chris Kelty, en su etnografía de una comunidad hacker, ensanchó la palabra recursividad al calificar a los colectivos hackers de públicos recursivos, tras registrar la preocupación (casi) obsesiva que tienen por trasladar al código los valores que defienden como comunidad. Más aún, no es que apuesten por dispositivos por encima de sus creencias, evitando así separar las convicciones de sus producciones, sino que aspiran a que esas producciones también sostengan a la comunidad. Veámoslo con un ejemplo. Pensemos en Wikipedia y en la divertida tarea de querer vandalizarla…

Hay quienes, por los motivos que sea, quieren introducir contenidos impropios e introducen (su) basura en los artículos. Pero Wikipedia dispone de una tecnología, el control de versiones, que permite regresar a la versión anterior (y no corrompida) con sólo hacer un click. Los graciosos entonces lo tienen tan difícil que no les merece la pena intoxicar este monumento de la cultura colaborativa, abierta y gratuita. El código que regula el dispositivo que llamamos Wikipedia garantiza su supervivencia como empresa abierta. A la par, es la tecnología la que hace viable el mundo que quieren construir los hackers. La palabra abierta adquiere así un significado preciso y se materializa en unas líneas de código, delimitando también la viabilidad, robustez y esperanzas del movimiento hackers. La infraestructura que producen no sólo hace algo mejor el mundo que los rodea, sino que les constituye como comunidad. Construyen infraestructuras que les (auto)infraestructuran. Y por eso es imaginable reclamar un derecho a infraestructuras, pues no sólo fabrican un mundo exterior sino que simultáneamente nos fabrican a nosotros según el capricho del diseñador.

autofabricantes

Todos estamos de acuerdo en que una de las mejores aportaciones de la impresión 3D es la democratización de la fabricación de prótesis. Si encima unimos esa posibilidad con una comunidad de afectados y su entorno que trata de compartir experiencias, conocimientos y cuidados, los beneficios se multiplican. Autofabricantes es un proyecto que promueve estos espacios de aprendizaje y producción, buscando nuevos avances teóricos y técnicos en la producción colaborativa de prótesis, además de favorecer la creación de redes de usuarios, comunidades de apoyo, makers y, por supuesto, los concernidos.

Es una iniciativa que bajo la óptica de la ciencia ciudadana y la ética del código libre, ofrece una alternativa ética y política al sistema protésico de patentes y sobrecostes de una industria cerrada, como explican sus promotores. Cada prótesis construida es fruto de un aprendizaje colectivo y lleva impresa los signos diferenciales de la comunidad que la crea: abierta y replicable, como mandan los cánones del bien común y la voluntad de que sucedan cosas que mejoren el mundo.

7. Afectivo

Gentes procedentes de mundos distintos se entienden si logran crear un mundo común o, en otras palabras, si consiguen entenderse. No es preciso renunciar a las diferencias que les constituyen y que enriquecen el grupo. No hay que buscar consensos que hagan invisible la diversidad de puntos de vista y estilos de vida. Nadie tiene que renunciar a nada. Basta con que todos asuman como necesario construir un espacio donde puedan converger. No es fácil, porque a todos nos ha costado mucho esfuerzo alcanzar alguna convicción y a menudo nos relacionamos con ellas como si fueran pensamientos encarnados, una especie de músculos invisibles.

la cosa

Los laboratorios de prototipado suelen contar con un rincón muy especial y activo: el lugar dónde se encuentran los tablones de oferta y demanda, además de la agenda de actividades. Se tratan de dispositivos analógicos de comunicación que ponen en evidencia la potencia de la comunidad. En ellos, algunos participantes expresan las necesidades de su equipo (herramientas, expertos en determinados ámbitos etc.) mientras que, en paralelo, otros comparten su experiencia. Pueden también programar actividades donde estructuran esos saberes en forma de charlas informales o talleres.

Es fantástico ver cómo tantos participantes hacen verdaderos malabares para desdoblarse, apoyando a varios grupos a la vez, o crean pausas en la vorágine de los laboratorios intensivos para enseñar a los demás a utilizar el Open Street Maps o a fabricar su propia cerveza en casa.

Son prácticas ordinarias que expresan la voluntad de colaboración entre los participantes y que, en definitiva, convierten el laboratorio en duradero y que desborda claramente la noción de evento.

Apostar por lo común, confiar en las prácticas colaborativas, reclama mucho esfuerzo para escuchar, además de mucha voluntad de trabajar juntos. Inevitablemente aparecen conflictos, fricciones, malentendidos, desencuentros y para avanzar hay que solucionarlos. Las diferencias reclaman habilidades de escucha, capacidad para empatizar y, en pocas palabras, mucho trabajo afectivo. ¿Afectivo? ¿Y qué clase de esfuerzo es ese? Y, sobre todo, ¿cuáles son sus efectos?

Hablamos de un trabajo invisible e invisibilizado. Nos estamos refiriendo a todos los cuidados que se necesitan para que la vida en común funcione, desde la higiene o la alimentación adecuada, hasta las habilidades necesarias para percibir los detalles relevantes, las gestualidades significativas, los silencios duraderos, los discursos insistentes, las impaciencias insufribles, las apuestas timoratas, las inseguridades impostadas, las vanidades disfrazadas, los pugilatos disimulados o las incompatibilidades imperceptibles y, en fin, todo eso que también está presente, que influye, que nos afecta y nos desafecta, que tiene agencia como si se tratara de actores de reparto que, a veces, reclaman protagonismo.

Son factores influyentes que no siempre se/nos desbordan. Contenerlos, surfearlos, sortearlos requiere habilidades nunca reconocidas y siempre decisivas. El conocimiento, al fin y al cabo, es también una actividad humana que implica el cuerpo, que nos involucra enteros. Y, aunque nos hayan dicho que es en la cabeza donde ocurre el saber, sabemos que no es verdad. El conocimiento no es solo un asunto de hechos, sino también de emociones. Implica las manos y la cabeza, además de los sentimientos y los cuidados. El espacio común no lo consigue la cabeza sin la complicidad de los afectos, sin los efectos que consiguen los afectos.

8. Lúdico

Cuenta Isabelle Stengers que la ciencia moderna ha olvidado sus orígenes mundanos en los siglos XVII y XVIII para hacerse demasiado formal, elitista y antipática. A nadie beneficia esta deriva que hace coincidir la tarea de crear conocimiento con el gesto de estar preocupados. Y es que es verdad que hubo una época donde se encontraban en los salones de las damas más reputadas, las preciosas, los filósofos más conocidos con los personajes más populares de la corte, hombre y mujeres, sabios y cortesanos, sabedores y frívolos, en una conversación que transitaba de lo sublime a lo banal o de lo serio a lo jocoso sin solución de continuidad. La gente se divertía mientras aprendía y aprendía mientras se divertía.

El saber compartía con el juego espacios de sociabilidad. El mundo parecía ser fruto de una gran conversación mitad galante y mitad útil, unas veces más discursiva que superficial y otras más crítica que baladí.

El caso es que Stengers echa en falta el espíritu de aquellos espacios del saber entendidos como lugares de producción y no sólo como teatro de vanidades.

Los prototipos deben recuperar también esa atmósfera divertida y desenfadada. Cambiar el mundo, empezando por nosotros mismos, no tiene porqué ser una tarea aburrida o contagiada de severidad. Puede implicar una aventura, ser un encuentro con lo mejor de nosotros o incluso implicar el descubrimiento de un nosotros invisible. Muchas veces se han estudiado los motivos por los cuales la gente quiere colaborar en Wikipedia o participar en proyectos solidarios y benevolentes. Y sí, aunque parezca obvio, además de contrahegemónicos, todos confirman que somos más felices cuanto más nos regalamos. Y pese a los individualistas del quinto advenimiento, nada es más gozoso que la alegría de compartir. Ni tampoco más contagioso. El prototipo no viene a reemplazar carencias que reclama la nostalgia de un mundo perdido, sino a afirmar que lo más moderno, lo mas eficiente y lo más productivo es divertirse trabajando.

diálogo

¿Cómo poder integrarnos y conocernos más, si muchas veces estamos tan enfocados en el trabajo propio que domina todos los temas de conversación? En los talleres largos de prototipado es tan importante lo que ocurre dentro del laboratorio como la programación informal, inlcuída la nocturna. Salir del espacio físico que nos une durante estos días y juntarnos para conocer la ciudad, visitar otras iniciativas ciudadanas, ver un espectáculo o salir a bailar. Son momentos para celebrar, sorprenderse con las historias de los compañeros, conspirar con nuevos proyectos o, por qué no, enamorarse. Se trata de momentos necesarios para saciar de oportunidades las mentes inquietas que pueblan estos laboratorios y que cambian la lógica de la producción por la de los encuentros que revierten los imaginarios del derecho a cacharrear, por los del derecho a fantasear. Sabemos que muchas veces han sido claves en la resolución de conflictos. Y es que el baile, el cante o el folclore nunca son cosas de uno. No son eventos individuales. Más aún, a través de esos momentos el laboratorio se inunda con la cultura local.

Conviene, durante estos eventos intensivos, hallar el equilibrio entre ofrecer algunas actividades lúdicas organizadas (pueden ser salidas a conocer una iniciativa local, una noche de presentaciones en formato pechakucha etc.), y dejar el margen necesario para la improvisación y la autogestión, que al final son la esencia de los laboratorios.

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