En esta guía se muestra cómo encarnar el arte en acción y hacer prácticas performativas, detallando las formas de idear, diseñar y ejecutar una acción artística colaborativa y comunitaria. La ciudad se muestra cada vez más como un escenario de la prisa y las calles en espacios de tránsito, destinados a las compras y al consumo, donde la mercantilización del tiempo ha difuminado el valor de los pequeños detalles que dotan de sentido a una cotidianidad marcada por la rutina. En este contexto, lo que en esta guía se propone son unas instrucciones para llevar a cabo un conjunto de “performances mínimas” o “micro-acciones” que tienen como objetivo profundizar en la superficie urbana para recuperar la poética de lo cotidiano a través de la presencia del cuerpo (humano) en un espacio (urbano) que es experimentado
como un laboratorio artístico.
Para centrarnos en la práctica colaborativa del arte de acción, resultará útil acercarnos tanto al concepto de performance como al de happening. Una performance es una práctica artística híbrida, amplia y compleja que no resulta fácil definir debido a la propia indefinición del término, en cuyo origen encontramos el verbo parfournir (lograr, cumplir o ejercer completamente una acción).
Aunque existen innumerables maneras de llevar a cabo una performance, en esta guía abordaremos la performance colaborativa en el espacio público, de tal manera que esta constituya un medio para visibilizar y resignificar los usos y las relaciones que establecemos con los espacios y los cuerpos. Salir a las calles a explorar, descubrir, jugar y romper la monotonía en grupo y de forma lúdica para experimentar la ciudad como un espacio
de encuentro.
Por ello, nos gustaría invitaros a abrir una pequeña puerta a través de la cual adentrarse en el amplio mundo del arte de la performance y empezar a conocerla a través de pequeñas acciones. Queremos hacer una llamada a la acción, a un principio de acción que se expandirá a partir de la investigación y la experimentación propia.
Después pasó a ser sustantivo, performance, que si recurrimos a su traducción al castellano, vemos que la más extendida tiene que ver con “actuar o interpretar”, sin embargo no debemos confundir la performance con el teatro, aunque diversas prácticas como el teatro experimental se aproximan y se llegan a (con)fundir. En la teatralidad suele utilizarse un escenario y una puesta en escena que es practicada por actores y actrices una performance[ 5 ] que interpretan un guion. En cambio, el performer por lo general no es un actor ni interpreta a
un personaje, sino que se muestra tal cual como persona: podemos decir que el teatro representa y la performance presenta.
El “arte de la performance” o el “arte de acción”-que muchas veces se utiliza como sinónimo-, está vinculado a las prácticas corporales y es un arte híbrido que mezcla formas diferentes. Aunque el arte de la performance tiene numerosos antecedentes dentro del mundo del arte (futurismo, dadaísmo…), fue en la década de los años 60
del pasado siglo cuando esta comienza a extenderse y a tener un alcance internacional. La performance, lo performático, se encuentra a mitad de camino entre el juego y el arte y trabajarla de una manera lúdica nos permite explorar el entorno que nos rodea, acercarnos a la ciudad y repensar su cotidianidad. La ciudad es un lugar de encuentro, un escenario que se convierte en un “campo de acción” perfecto para ocuparlo
hacer un acto de presencia a través del cuerpo, que es nuestra herramienta de trabajo, ya que nos permite expresarnos y comunicarnos con el otro. Debemos expandir el cuerpo, exponerlo y explorarlo: en el momento en que situamos nuestro cuerpo en la ciudad, estamos construyendo sentido, proponiendo reflexiones y posibilitando
una retroalimentación por parte de los otros. La performance es un proceso, un acto, una práctica, un evento, un modo de transmisión, una manera de estar en el mundo e intervenirlo de un manera que no suele ser la habitual o convencional. A diferencia de una exposición tradicional donde se exhiben objetos en un espacio, la performance tiene lugar en vivo y es el propio artista el sujeto y objeto que conforma la obra de arte de una
manera presencial y efímera. A finales del s. XX el arte comienza a interesarse por cuestiones relacionadas
con la inmediatez, lo efímero, lo interdisciplinar, lo contextual y lo relacional.
Dentro del arte de la performance encontramos el happening, creado por el artista Allan Kaprow en la década de los años 60. En su texto How to make a Happening (2009), propone prestar atención a los estímulos que ofrecen los espacios que practicamos en nuestra vida cotidiana para tenerlos en cuenta y trasladarlos a la creación artística.
Allan Kaprow utiliza el término “happening” como “un collage de sucesos en lugares encontrados”; como un conjunto de eventos llevados a cabo en más de un tiempo y lugar determinados. Más allá del escenario puramente teatral, más allá del museo y de la galería de arte, él propone que este arte pueda tener lugar en un supermercado, en una calle, en una carretera o en la cocina de algún amigo. Para Kaprow, si un happening es secuencial, el tiempo puede extenderse a más de un año y realizarse de acuerdo con un plan previamente diseñado, pero sin necesidad de ensayo, audiencia o repetición. El happening nos descubre zonas indeterminadas
que se sitúan entre el arte y la vida. En la vida cotidiana todas las personas representamos una especie de obra teatral en la que actuamos con diferentes roles que responden a los distintos comportamientos de las personas en
una realidad determinada: hacemos un papel en la escuela, otro cuando estamos en familia, otro diferente cuando estamos con amigos… Además, para cada papel que desempeñamos, utilizamos un vestuario diferente: es decir, nos construimos a nosotros mismos. Esto es precisamente lo que Erving Goffman explica en su libro La presentación de la persona en la vida cotidiana (1956). Para él, las personas somos una especie de actores dramaturgos y define las actuaciones de los individuos en sus interacciones de su vida diaria como si fuera una obra de teatro en la que todos llevamos nuestras propias máscaras. Goffman define la performance como “la actividad total de un participante dado en una ocasión dada que sirve para influir de algún modo sobre los otros participantes”. Bartolomé Ferrando en su libro Arte y cotidianeidad (2012) ofrece una serie de apuntes para
transformar la práctica común en un hecho artístico, y resalta la importancia de prestar atención a lo aparentemente insignificante, a lo que apenas tiene importancia para desarrollar una mirada atenta que transforma la vida en una sucesión de instantes vivos, y esto es precisamente lo que proponemos en esta guía. En ella, queremos compartir algunas claves que nos han sido útiles en experiencias previas, donde propusimos unas
jornadas dedicadas a la realización de acciones y destinadas a personas, familiarizadas o no, con el arte de la performance.